Se había
sometido a un tratamiento quirúrgico en 2007 y luego obtuvo el DNI como Carla
Castro. Todo antes de la Ley de Identidad de Género. Por el cambio la dejaron
sin trabajo y entonces decidió tramitar el retiro. Comenzará a cobrar en junio.
El rubor en las mejillas, las uñas de las manos y de los pies pintadas
de rojo, el pelo corto y dorado. Sentada en el sofá de su living, Carla Castro
reluce y deja en claro, a sus 62 años, lo que desde un primer momento fue: una
mujer. Más allá de haber nacido varón, ella siempre estuvo convencida
internamente de que su verdadera condición era otra. Tras haberse operado hace
menos de tres años en el Hospital Durand, Carla se convirtió ahora en la
primera trans en obtener una jubilación. Después de cumplir con los trámites
correspondientes, recibió la noticia de que la Anses empezará a pagarle los
haberes a partir de junio.
En 2007, luego de la primera aprobación psicológica y médica para el
tratamiento quirúrgico, Carla fue sorpresivamente echada del trabajo que tenía
como cartógrafa en una petrolera. “Cuando me dieron el visto bueno para la
operación me llamaron al trabajo y me puse a llorar como una estúpida. Todos
mis compañeros de trabajo me preguntaban qué me pasaba y yo no les podía decir.
Para ellos yo era gay. Después empecé a avisarles, les dije que mi vida iba a
tener un cambio importante, y tenía la ilusión de que me aceptaran, que no iba
a pasar nada. A los quince días llego al trabajo, me acuerdo bien, era el viernes
31 de mayo del 2007 y mi jefe me dice que iban a prescindir de mis servicios
porque no me había podido adaptar a los cambios de la empresa. Me arruinaron la
vida”, cuenta Carla en una charla en su departamento del barrio
de Belgrano.
Durante 17 años había trabajado en cartografía para la empresa Techint
pero ante la inminente operación y el cambio de sexo el panorama ya era otro.
Le pagaron una indemnización con la que pudo subsistir durante un tiempo. La
operación, unos años más tarde, en 2010, sería un éxito, pero el precio de esa
decisión fue la pérdida de su trabajo y el drama de no saber cómo subsistir. La
colaboración de su hermana y los amigos le permitieron pagar los impuestos y
los gastos de la casa. Al mismo tiempo, y a partir de un largo camino
burocrático, obtuvo su nuevo DNI: en vez de Carlos ahora decía Carla. Cuando su
cuerpo y los papeles certificaron que era una mujer, recién entonces pudo
iniciar los trámites jubilatorios.
“La idea de mi jubilación surgió a partir de la operación. Al haber sido
antes hombre no me podía jubilar hasta los 65 años. Pero al operarme, al tener
una nueva identidad como mujer podía jubilarme a los 60. Entonces un día hablé
con mi abogada y como yo ya estaba operada y figuraba como mujer, podía iniciar
los trámites jubilatorios. Han trabajado a capa y espada la gente de la Anses y
mi abogada. Ahora que la empiezo a cobrar en junio, me va a cambiar la vida”,
dice Carla.
Tanto el cambio de sexo como el nuevo DNI, dos conquistas en su vida,
las obtuvo luego de una larga insistencia personal. La Ley de Identidad de
Género no había sido promulgada todavía y los derechos que esta norma reconoce
–que toda persona pueda ser identificada en el DNI con el género que desee y la
garantía del acceso a los tratamientos de salud para modificar su cuerpo de
acuerdo con el género autopercibido– no podían ser alegados por Carla.
“Todo lo hice a fuerza de pulmón. Ahora con la ley por suerte es todo
mucho más fácil: te operás en el hospital y con el médico que querés. En mi
época eso no era así, había que pasar por infinidad de cosas. Y durante todo
ese proceso he pasado momentos terribles. Seis años sin trabajo y haciendo
malabares a veces para comer.” La hermana de Carla, una de las pocas familiares
que aceptaron su identidad y que actualmente vive en España, estuvo ayudándola
económicamente durante los últimos años para pagar los impuestos y las expensas
de su casa.
Desde un primer momento, Carla supo que su verdadera identidad no era la
que su sexo biológico indicaba. Sin embargo, para evitar conflictos y posibles
discriminaciones en su propia familia tuvo que ocultarles por largo tiempo lo
que le pasaba. “Desde que tengo uso de razón que quise ser mujer. Siempre supe
que quería serlo. Creo que antes de decir ‘mamá’ dije ‘quiero ser mujer’.
Cuando a mi hermana, con la que somos mellizas, le regalaban algún vestidito,
yo me encerraba en el baño a llorar indignada. Y cuando mis padres se
descuidaban iba al cuarto y me probaba ese vestido u otro.” Igualmente, aclara
que la idea de cambiar de sexo le surgió a los veinte años y que empezó luego a
interiorizarse en el tema, consultó médicos y especialistas, aunque en ese
entonces para poder operarse necesitaba ir al exterior. “Me tuve que resignar y
esperar todos estos años”, dice Carla. “Debería discutirse este tema
públicamente, en televisión por ejemplo. La gente ignora mucho todo esto y
piensa que uno se quiere vestir de mujer y nada más. Y no es así.”
Texto: Nicolás
Andrada.
Edición: Opinión LGBT
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